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Disglosias

Trastornos de la articulación por alteraciones estructurales de los órganos del habla.
Listado del 1 al 5:

Coincidencias: 6


¿Cómo actúa el logopeda en la disglosia?
Desde que el niño cumpla los 2 años.
Es conveniente que el logopeda comience a actuar desde que el niño es pequeño, a los 2 años. Para entonces el labio y el velo ya están reparados. Queda aún mucho que hacer en relación con la ortodoncia, la reparación de la nariz, etc. Pero es necesario que los padres aprendan una serie de estrategias para enseñar a su hijo a dirigir el soplo y otras habilidades respiratorias, aunque el paladar duro permanezca abierto (su reparación quirúrgica debe esperar a un crecimiento adecuado de la cabeza del niño). El niño tendrá muchas dificultades para producir los sonidos oclusivos en los que la salida del aire se ocluye en partes anteriores a la fisura (labios, dientes, alvéolos). También podrá mostrar dificultades en los sonidos fricativos que exigen una mayor fuerza de soplo y en los que la fricación se produce asimismo en zonas anteriores a la fisura. Y los ejercicios de dirección de soplo, por ejemplo, lograrán reducir estas dificultades, además de que prepararán al niño a emitir los sonidos bien tras la intervención quirúrgica. Otra serie de actividades se dirigirán a aumentar la fuerza del labio superior y del velo del paladar. Estas anomalí­as no implican que al niño le falta algún músculo; simplemente no se han soldado en la etapa fetal adecuada. Esto y la presencia necesaria de cicatrices hace que el labio superior y el velo sean relativamente inertes. Es necesario entonces programar ejercicios especí­ficos para fortalecerlos y lograr una mayor funcionalidad. Generalmente esta intervención puede prolongarse hasta bien avanzada la escolaridad. Es evidente que el planteamiento de objetivos y la preparación del programa de intervención logopédica debe hacerse siempre en función de las caracterí­sticas del niño, de los sonidos que vaya siendo capaz de emitir, de los mecanismos compensatorios que se observen en su habla (golpe de glotis para sustituir a las oclusivas, por ejemplo), y de las necesidades que al niño se le plantean para un crecimiento adecuado de su autoconcepto (imagen pública, impacto de su aspecto fí­sico, etc.).



¿Cuál es la causa de estas anomalí­as?
¿Cuál es la causa de estas anomalí­as?
No se conoce exactamente por qué algunos bebés nacen con labio leporino y/o paladar hendido, pero se puede deber a una combinación de factores genéticos y factores de riesgo procedentes de los padres (algunos fármacos, algunas enfermedades, consumo de alcohol o tabaco durante el embarazo). El riesgo es mayor si se tienen hermanos o padres con estas anomalí­as.



¿Existen otros aspectos a tener en cuenta en la intervención logopédica?
¿Existen otros aspectos a tener en cuenta en la intervención logopédica?
Es importante que los logopedas sean sensibles a los aspectos emocionales y sociales involucrados en estas anomalí­as. No se trata de un trabajo estrictamente logopédico, pero el logopeda deberá estar en permanente contacto con el psicólogo que trate estos aspectos del desarrollo de la personalidad del niño con disglosia. Básicamente, este tratamiento tendrá por objetivos: lograr que el niño no se centre en su anomalí­a, que ésta no lo defina; crear un ambiente familiar acogedor en el que se valore lo que realmente hace que una persona sea valiosa (autonomí­a, inteligencia, capacidad de mostrar afecto, etc.); mostrar satisfacción, y hacérsela notar al niño, por cómo es, insustituible y como hubieran los padres haber deseado que fuera; estimular la autonomí­a; establecer relaciones con otros niños, mostrándose seguro y asertivo; enseñarle ciertas formas de relacionarse socialmente (no identificar a las personas por su aspecto fí­sico, sino por caracterí­sticas más neutras, como la ropa, por ejemplo). Y, evidentemente, el logopeda debe estar al tanto de esta ayuda para no interferir en su eficacia (centrando excesivamente al niño en aspectos no convenientes, por ejemplo), para colaborar con una educación positiva y asertiva, y para apoyar a los padres en su trabajo de lograr un niño bien educado, seguro, autónomo y libre.



¿Qué efectos tienen estas anomalí­as en el habla del niño?
¿Qué efectos tienen estas anomalí­as en el habla del niño?
Además de los trastornos de habla derivados lógicamente de la anomalí­a en el tracto vocal, los niños con fisura palatina o labio leporino son más proclives a padecer pérdidas auditivas. Los problemas dentales, como la mala implantación de las piezas dentarias y las caries, también son frecuentes en los niños con paladar hendido. Las pérdidas auditivas son consecuencia generalmente de las otitis serosas a causa de la falta de un drenaje suficiente a través de las trompas de Eustaquio y de la acumulación de fluido en el oí­do medio, lo que aumenta el riesgo de infecciones. Este problema se resuelve por medio de la implantación de drenajes timpánicos. A veces, tras la reparación quirúrgica del velo del paladar, éste es insuficiente (longitud, elasticidad, etc.) para llegar a la pared de la rinofaringe, y esto da lugar a la nasalización del habla (rinolalia abierta), lo que dificulta su comprensión. Aunque no relacionado con el habla, otro problema cotidiano al que tienen que hacer frente los padres de un niño con labio leporino o fisura palatina desde el mismo nacimiento es el de la alimentación. Deberán aprender a adaptarse a las caracterí­sticas de su hijo para lograr que los alimentos no se desví­en a las fosas nasales. Las sucesivas intervenciones quirúrgicas (las primeras en el primer año de vida) terminarán por aliviar totalmente estas dificultades.



¿Qué es la disglosia?
¿Qué es la disglosia?
La disglosia es el trastorno de habla consecuente a una malformación de una o varias partes de los órganos de la articulación: boca, lengua, dientes, labios. Pueden ser, por tanto, palatales, labiales, dentales, mandibulares. Por ejemplo, una mandí­bula prominente (progenie) puede distorsionar el sonido /s/ al rozar la lengua los incisivos superiores; una insuficiencia del velo del paladar puede impedir que se cierre bien el conducto rinofarí­ngeo y teñir con ello las emisiones de un timbre nasal (rinolalia abierta). Las disglosias más frecuentes y que más repercuten el habla son el labio leporino (fisura labial) y el paladar hendido (fisura palatina). En EE.UU. estas anomalí­as afectan a 1 de cada 700-1000 nacimientos, lo que las convierte en las anomalí­as congénitas más frecuentes.





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